BESOS
Rosa Azul
La noche era fría y lluviosa. Mientras caminaba por el callejón, rodeada por los vapores de la gran ciudad, la detective Rena Thorne le daba vueltas una y otra vez a la escena del crimen que dejaba a sus espaldas.
“¿Porqué matarla así?” se preguntó. Suponía que tenía que ser alguien del entorno de la víctima, el móvil no había sido el robo puesto que conservaba todas sus pertenencias y la manera en que la habían asesinado…definitivamente era algo personal.
Se detuvo un instante, sacó la cajita de caramelos mentolados que llevaba siempre en el bolsillo interior de la chaqueta y se metió uno en la boca. Levantó la vista hacia el cielo ceniciento y suspiró profundamente, la esperaba una noche de mucho trabajo y poco sueño, a pesar de estar realmente agotada no se podía permitir volver a casa a dormir. Reemprendió de nuevo el camino hacia su coche, un Ford Mustang azul del 65, se subió y se dirigió directamente a la comisaría, sin detenerse en “Rose Mary´s” a por su capuchino de costumbre. Cuando llegó el capitán Williams la esperaba de pie junto a su mesa.
- ¿Qué novedades hay?, ¿es el mismo asesino? – le inquirió con cierta impaciencia que se hacía patente en su voz.
- Eso me temo señor – respondió ella – es el mismo modus operandi que en las anteriores víctimas.
- ¿Alguna idea de por donde llevar las nuevas investigaciones detective?.
- Nada nuevo señor, sabemos que tiene que ser alguien cercano pero seguimos sin encontrar la conexión entre las víctimas. Me temo que estamos como al principio.
- Thorne, necesitamos atraparlo, cada vez actúa con más rapidez, no podemos permitirnos otro tropiezo como el del “Blue Rose”, ¿entendido?. No me importa lo que necesites para este caso, cógelo, pero resuélvelo cuanto antes.
- Sí señor. – contestó Rena secamente.
Se acordaba perfectamente del caso “Blue Rose”, había sido un completo desastre, el asesino se les escapó por los pelos y toda la comisaría dieciocho se convirtió en el punto de mira de toda la ciudad, siendo objeto de abundantes críticas y burlas. Ahora, de nuevo, tenían un asesino suelto por sus calles. “Esta vez será diferente” se dijo. Colgó su chaqueta y fue a por un café a la máquina del pasillo, mientras volvía a su mesa invadieron su mente las imágenes de la escena de esa noche, había sido una carnicería. La pobrecilla…su cara…sólo recordarlo le producía arcadas. Posó el vaso sobre el escritorio y se dejó caer pesadamente en su silla. Acarició con los dedos el archivo que tenía delante y lo abrió. Los cinco asesinatos estaban allí y sabía que tenía que haber una conexión entre ellos, pero ¿cuál?. Estaba segura de que se les había pasado algo por alto pero no sabía qué podía ser. Se acomodó contra el respaldo y se dispuso a repasar de nuevo todos los casos, uno por uno, incluido el de esa noche, la víctima número seis. No tenía su archivo todavía pero usaría las notas que tenía de la escena del crimen. Ya eran más de las doce cuando levantó la vista del dosier. Le dolía bastante la cabeza y decidió tomarse un descanso. Estaba completamente sola, los policías del turno de noche estaban en la planta baja.
“Necesito otro café”, se sentía un poco adormilada y bastante exasperada. Por más vueltas que le daba no era capaz de encontrar ese fino hilo conector, era como andar en círculos, una y otra vez, eso la frustraba mucho. Después de tomarse un café bien negro y de comerse otro caramelo mentolado, se sentó de nuevo y decidió darle otro enfoque a su búsqueda. Optó por cotejar los datos de las víctimas ampliando los parámetros de búsqueda a ver si encontraba algo. Con cinco de las víctimas no halló nada nuevo, pero cuando revisó los datos de la tercera víctima sintió que el corazón le daba un vuelco, no podía ser. Recordaba cómo aquel día no había ido a trabajar, al igual que los tres siguientes, ya que se puso enferma, por lo que había sido el detective Chase el encargado del caso y por tanto de redactar el informe. Se levantó tan repentinamente que la silla cayó al suelo, cogió su chaqueta y salió a toda prisa.
Mientras conducía la lluvia se hacía cada vez más intensa, lo que la obligó a aminorar para no salirse de la calzada. A esas horas a penas había tráfico en las afueras de la ciudad por lo que no tardó mucho en llegar, paró el coche y se bajó. No era una hora precisamente adecuada y el tiempo no acompañaba pero tenía que hacerlo, era necesario confirmar sus hallazgos. Abrió la verja y cruzó el patio de tres zancadas, una vez estuvo en el porche se sacudió el exceso de agua de la ropa e intentó adecentarse un poco arreglándose la espesa melena roja que le caía por los hombros. Respiró hondo, tocó el timbre un par de veces y esperó, al rato se encendió una luz y una voz resonó desde el interior de la casa. Le dijo quién era y de qué se trataba, se hizo el silencio y al cabo de unos minutos escuchó la cerradura de la puerta al abrirse, detrás apareció el rostro de Harold Rainer, más demacrado de lo que recordaba. Era un hombre delgado, un palmo más alto que ella y con un escaso pelo moreno donde empezaban ya a despuntar las canas. Con un gesto de la mano le indicó que pasase, Rena entró y cerró la puerta tras de sí. Después de hablar con el hombre durante más o menos una hora, se fue y emprendió el camino con su coche hacia su nuevo, esta vez en el lado oeste de la ciudad. La lluvia seguía arreciando por lo que no pudo apurar todo lo que desearía.
En su interior Rena deseaba con todas sus fuerzas que sus sospechas fuesen falsas y sus temores infundados pero con cada respuesta que encontraba a sus preguntas estas se confirmaban más y más. Respiró hondo y se bajó del coche, esta vez no tuvo que cruzar ningún patio. Llamó por el telefonillo al apartamento de Jane Rogers en la quinta planta. La voz de la mujer resonó con un tono metálico y al identificarse le abrió el portal. Cuando salió del apartamento el corazón le latía desbocado, había encontrado la relación con entre las víctimas, y no le gustaba en absoluto, se metió de nuevo en el coche y se dirigió a la comisaría con mil cosas dándole vueltas en la cabeza, pero entonces cambió de opinión. “Si no duermo algo me volveré loca, estoy agotada y además calada hasta los huesos”. En el cruce de la quinta con Main Street torció a la izquierda y al cabo de unos diez minutos llegó a su apartamento. Abrió la puerta y la cerró al entrar, se descalzó y se dirigió a su habitación mientras se quitaba la ropa por el camino. Cuando se encontró frente a la cama se dejó caer y se arrebujó entre las mantas, quedándose dormida casi al instante.
El sonido del teléfono la sacó del mundo onírico bien entrada la mañana. Se frotó los ojos y se estiró para alcanzar el teléfono.
- ¿Diga?.
- Rena, los archivos sobre el “Blue Rose” y los periódicos que me pediste están sobre tu mesa. El capitán Williams ha preguntado por ti, le dije que tenías que resolver unos asuntos y que estarías aquí en una hora, así que más te vale apurar. ¡Me debes una preciosa! – la voz masculina al otro lado del teléfono le sonó tremendamente familiar. Se había olvidado por completo, antes de dormirse le había llamado para pedirle el favor pero estaba tan agotada que ni se acordaba.
- Gracias Tim, en media hora estoy ahí.
- De nada, nos vemos.
Volvió a dejar el teléfono en la mesa y se levantó, se desperezó y se fue a la ducha. Al terminar se sentía repleta de energía nuevamente, se vistió, fue a la cocina a comer algo y salió como un rayo por la puerta. Al llegar a la comisaría encontró los papeles sobre su escritorio, junto con una taza de café aún humeante. Sonrió, “sí que le debo una”, justo lo que necesitaba en ese momento, siempre era igual, como si Tim fuese capaz de leerle el pensamiento. Se quitó la chaqueta, se sentó y se sumergió entre la interminable pila de hojas para encontrar lo que buscaba. Perdió la noción del tiempo y para cuando el capitán Williams la llamó a su despacho ya habían pasado más de tres horas.
- ¿Alguna novedad?.
- Sí señor, pero me temo que no le va a gustar – le respondió con sinceridad.
- Soy todo oídos detective.
Con un gesto de la mano el capitán la invitó a tomar asiento y durante una hora aproximadamente Rena le explicó lo que había sucedido, que al no encontrar ninguna conexión entre las víctimas decidió ampliar la búsqueda y encontró que dos de las víctimas habían participado en unas jornadas de puertas abiertas celebradas en la comisaría en la misma época que el caso del “Blue Rose”. A partir de ahí cotejó los datos de las víctimas de ambos asesinos de manera cruzada y encontró que todas habían participado en esas jornadas. Le tendió varios recortes de periódico donde se veían las fotos de las víctimas señalas entre los asistentes. Las había ido matando de manera salteada para despistar. Esa era la conexión que llevaba días buscando, a pesar de desear que no fuese así, después de comprobarlo una y otra vez se había rendido ante la evidencia. Se quedaron los dos en silencio y al cabo de un rato el capitán habló al fin.
- ¿Me está diciendo que nuestro asesino es en realidad el “Blue Rose”? – preguntó con cara de desconcierto.
- Sí señor, eso creo.
- Pero la firma… la forma de matarlas… no es la misma. – el capitán se revolvía inquieto en su silla, aquello le gustaba tan poco como a ella.
- Por desgracia señor estoy segura casi al cien por cien de que ambos asesinos son la misma persona. Creo que ha cambiado su modus operandi para que no se le relacionase con los anteriores casos y así poder acabar lo que empezó. – afirmó recostándose contra el respaldo de la silla.
Rena se sintió realmente irritada sólo de pensarlo, podía haberse dado cuenta y lo sabía. Puede que la forma de matar y la firma no fuesen las mismas pero había algo en los crímenes que le recordaba a los anteriores, la postura de las víctimas, una vocecilla en su cabeza se lo susurraba, pero no había querido escucharla. No siguió su corazonada, quizás por miedo o por pensar que estaba paranoica, y eso les había costado la vida a más chicas inocentes.
- Reabriremos el caso –dijo al rato el capitán – que los detectives Barrow y Chase te ayuden, coged los agentes que necesitéis y atrapadlo. Tú dirigirás la investigación.
- Sí señor. –se levantó con intención de salir del despacho.
- ¡Ah! ¡Thorne! – la llamó.
- ¿Sí?.
- No saldrás de la comisaría, que las indagaciones a pie de calle las hagan los demás.
- Perdón, ¿qué? – preguntó Rena boquiabierta - ¿me está relegando al papeleo señor?.
Un rubor empezó a subirle por las mejillas. No podía creer lo que estaba oyendo. Después de todo lo que había hecho por resolver el caso y la fama y la gloria se la iban a llevar Barrow y Chase, que solo daban palos de ciego, era injusto.
- ¡Escúchame!, no puedo dejar que salgas a la calle sin protección si realmente se trata del mismo tipo, ¿es que ya no te acuerdas? – le inquirió el hombre con una cara de patente preocupación - eres demasiado testaruda para aceptar una patrulla siguiéndote a todos lados por eso he decidido asignarte a Stingray como compañero, por tu seguridad.
- Pero señor…yo…- iba a seguir pero sabía que era inútil discutir, ya había tomado una decisión y no la cambiaría. Además, aunque no quisiera admitirlo, el capitán tenía razón, si se trataba del mismo personaje estaría en el punto de mira, pero no era eso lo que le preocupaba en realidad, si no la posibilidad de que se les volviese a escapar – como ordene señor.
- Ten cuidado Rena, esto no me gusta, la última vez parecía ir siempre un paso por delante y ahora sabemos que puede ser uno de los nuestros, mantén los ojos bien abiertos.- Le comentó el capitán antes de salir de su despacho.
Salió tan furiosa consigo misma y con el mundo que no se percató del delicado brillo azul de un pétalo situado debajo de la silla en la que acababa de sentarse. Se centró todo lo que quedaba de tarde en preparar y organizar los equipos, los reunió a todos en la sala de conferencias y procedió a explicarles toda la situación. Tanto los dos detectives como los demás agentes se mostraros muy eficientes a la hora de repartiese las tareas y organizar las investigaciones, se hacía patente la intranquilidad de todos, sabían lo que se jugaban, no dejarían que se les escabullese otra vez. Terminaron entrada ya la noche, estaba sentada en su silla, recostada mirando el techo y dando vueltas cuando una voz la sacó de su ensimismamiento.
- Menudo día ¿eh? – le preguntó el hombre con una sonrisa.
- Sí…un completo asco. Así que te toca hacer de niñera ¿no?, ¿molesto?.
- No si se trata de ti – contestó con una carcajada.
Tim era así, sonriente y dicharachero. Llevaban 3 años trabajando juntos y de toda la comisaría era el único en quién Rena podía confiar, cada vez que lo necesitaba estaba ahí para echarle una mano, como había hecho esa misma mañana.
- ¿Te apetece cenar algo?, conozco un buen restaurante chino de camino a tu casa – dijo tendiéndole la chaqueta.
- No es necesario, puedo volver sola a casa –contesto al tiempo que se levantaba y se ponía la chaqueta.
- De eso ni hablar preciosa, órdenes del capitán – sonrió pícaramente – seré vuestra escolta personal hasta que todo acabe, “my lady” – bromeó mientras hacía una torpe reverencia y se reía.
Sabía con certeza que no le haría cambiar de opinión de modo que accedió y los dos se fueron. La cena le resultó muy entretenida, Tim era un hombre bastante gracioso. Por un instante se quedó mirándolo embobada, al percatarse desvió rápidamente la mirada y notó como el calor invadía su cara. Desde hacía un tiempo había empezado a sentirse curiosamente atraída por aquel extraño hombre que irrumpió en su vida como un huracán poniéndolo todo patas arriba. Se sintió como una adolescente en su primera cita, lo que la hizo ruborizarse más por lo tontos que le parecían sus actos. Estaba tan ensimismada con sus pensamientos que apenas se enteró de que ya estaban saliendo del restaurante. Tim la miró de reojo y le cogió la mano mientras caminaban hasta el coche, pero Rena no protestó como solía hacer cada vez que él intentaba acercarse a ella, más bien lo disfrutó. Mientras la llevaba a su apartamento se lanzaban de vez en cuando miradas de soslayo el uno al otro y si sus ojos se encontraban miraban hacia otro lado velozmente y hablaban de temas intrascendentes. Cuando llegaron ella le dio las gracias por acompañarla y abrió la puerta, al darse la vuelta para despedirse Tim la besó y le dio las buenas noches, se giró y se fue caminando por el pasillo, no sin antes decirle que lo llamase si ocurría algo, levantó la mano a modo de despedida antes de doblar la esquina junto a las escaleras y desapareció de su vista. Rena se quedó allí, de pie, tocándose los labios, estaba colorada como un tomate y en su estómago notaba una sensación que reconocía perfectamente, una sensación que le gustaba y al mismo tiempo la aterraba. Se había enamorado de Tim. Entró en casa y cerró la puerta con llave. Se sentó en el sillón y reflexionó un rato sobre todo lo que le había ocurrido en los últimos cuatro años de su vida. Primero rompió con Phil, su prometido, aquel cerdo traidor que la dejó hecha un guiñapo. Para intentar superarlo se había volcado en el trabajo dejando de lado su vida personal. Poco después sucedió el “Blue Rose” y el asesino la había acosado mientras mataba a sus víctimas. La siguió sin que ella fuese capaz de encontrarlo, le mandaba todas las fotos acompañadas de poesías grotescas donde describía como la mataría. Fue tal el miedo que llegó a sentir que el capitán Williams le había dado vacaciones pagadas y con una patrulla siempre pendiente de ella para alejarla del asesino. Cuando se esfumó ante la posibilidad de ser atrapado la comisaría se convirtió en un caos, la prensa los acosaba y toda la ciudad los señalaba con el dedo. Por aquel entonces Tim ya había entrado en sus vidas, y desde entonces, sin apenas darse cuenta, la había ido cambiando poco a poco. Pensó que después de lo de Phil no volvería a confiar en otro hombre, pero ahora estaba enamorada de nuevo, era increíble. Y por primera en vez en mucho tiempo Rena Thorne se sintió feliz y optimista.
Al llegar a su habitación para acostarse casi se desmaya. Un miedo aterrador se apoderó de ella en un instante, no era posible. Recorrió todo el apartamento, comprobando una y otra vez las ventanas, la puerta, los armarios,…estaba sola. Volvió a comprobar que todo estuviese bien cerrado y regresó a su dormitorio. No había sido su imaginación, aún seguía allí, sobre la almohada, tan perfecta y hermosa que parecía sacada de un sueño, la rosa azul. Había estado en su casa, en su cama, ¿cómo era posible?, la puerta no había sido forzada y las ventanas estaban cerradas. Ahora sí que estaba realmente asustada. Tiró la rosa al suelo y sentó en la cama, abrazada a sus rodillas, estaba muy nerviosa, no se atrevía a dormir. Las palabras de Tim resonaron en sus oídos como si estuviese a su lado…”llámame si ocurre algo”, y comprendió que le necesitaba, y mucho, quería sentirse segura. Cogió el teléfono y pulsó el botón de rellamada, le pareció que pasaba una eternidad hasta que por fin escuchó su voz. Estaba tan nerviosa que se trababa al hablar.
- Tim…yo… - balbuceó.
- ¿Rena?, ¿estás bien?, ¿qué ocurre?
- Yo…- las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos.
- No te muevas, estaré ahí enseguida.
Al cabo de unos diez minutos que le parecieron interminables Tim se personó en el apartamento, y la hizo dar un brinco del susto cuando llamó a la puerta.
- Ábreme, soy yo – dijo con urgencia.
Se acercó a la puerta sigilosamente y antes de abrir miró a través de la mirilla para asegurarse. Vio el rostro de Tim con una expresión seria y preocupada que no había visto nunca antes. Quitó el cerrojo y abrió la puerta para dejarlo entrar. Se abalanzó sobre ella y la abrazó con tal fuerza que casi no la dejaba respirar, pero la tranquilizó en gran medida, después de unos instantes la soltó y la besó tiernamente. Cuando le preguntó lo ocurrido Rena le mostró la rosa tirada en el suelo de la habitación. Se movía intranquila a su alrededor mientras le explicaba detalladamente a Tim todo lo sucedido durante el caso del “Blue Rose”, ya que por aquel entonces estaba designado en robos y no en homicidios. A sus espaldas Tim la escuchaba atentamente y cuando terminó la abrazó de nuevo. Podía notar su cálido aliento contra la nuca, sus brazos sujetándola y cruzándose con los suyos sobre su pecho. Le acarició con sus labios el cuello haciendo que un escalofrío la recorriese por todo el cuerpo. Aquello le resultaba muy agradable, sentirse segura y deseada una vez más.
Iba a darse la vuelta para besarle cuando vio a través del reflejo de su tocador la chaqueta de Tim colocada sobre el sofá. No le hubiese llamado la atención en aquel preciso instante si no hubiese visto que del borde del bolsillo sobresalía un pétalo azul. Apenas tuvo tiempo de moverse cuando notó una presión creciente entorno a su garganta. Se revolvió. Pataleó. Era inútil, la vida se le escapaba. Entonces lo entendió todo. La traición le dolió más que nada de lo hubiese sentido jamás. Las lágrimas corrieron incontrolables por sus mejillas y la visión que tuvo al exhalar su último aliento fue una hermosa rosa azul tendida sobre el suelo y salpicada de cristalinas gotas saladas. Todo se apagó y permaneció dormida para siempre, tendida sobre la alfombra con los brazos cruzados y una rosa entre las manos. Cuando la encontraron todos sus compañeros lloraron su pérdida, entre ellos el vil asesino que la había traicionado de nuevo y la había condenado al silencio eterno.
3 comentarios:
Madre santo, eres una artista! De verdad, escribes muy bien, sigue haciéndolo, podrás llegar muy lejos. Besitos.
:s muchas gracias Loky ^^ se me suben los colores, jajajaja, me alegro de que te guste.
Es lo mínimo guapa :)
Publicar un comentario